Fragmento de un trabajo práctico de Silvana Busilacchi de Santa Fe, estudiante del Instructorado en Flores de Bach en la modalidad Virtual
El concepto del bien y el mal puede ser relativo al contexto en el que se aplique y en las creencias del que emite el juicio, y porque existen muchos niveles de evolución, por eso debe prevalecer el concepto de humildad y compasión para poder, a nuestro alcance, acercarnos a vislumbrar el poder y la grandeza del Creador. Esta es la forma de evitar que nos domine el orgullo, pensando además que necesitamos permanentemente de la bondad Divina y que podemos ser superiores a algunas personas pero somos infinitamente pequeños ante los grandes Maestros; y justamente, esa comprensión nos tiene que servir para ponernos al servicio de los demás porque son mayores los deberes ante la majestad Divina. Esto debemos recordar si nos asalta la crueldad o el odio y ver en todo ser viviente la chispa divina que lo anima, que nos hermana, ya que todos, en este plano, tenemos algo de bondad y algo de malo, desarrollando el amor y el cariño, toda ofensa puede borrarse y los defectos en otros se verán disminuidos; la resistencia a seguir nuestra inclinación al bien nos detiene en el progreso y por tanto nos perjudica, vacilamos cuando no tenemos las virtudes desarrolladas y se impone el defecto, nos resistimos a seguir los dictados del Alma y así somos infelices y por tanto enfermamos.
El egoísmo se cura dedicando la atención que dedicamos a nuestro ser a los demás seres, cuidando su bienestar y felicidad cuidamos nuestra felicidad y nuestra salud, es como girar la rueda de los conceptos al revés: los demás primero y la felicidad propia se hará realidad.
El valor, la rectitud, la firmeza y la determinación constante curan la inestabilidad, seguridad en la meta elegida para desterrar el miedo y la duda.
Y la ignorancia se disipa con la observación de los hechos, con vivir plenamente y captar los errores como experiencia, atentos a las oportunidades y ampliando la visión con un razonamiento lógico de lo que ocurre, inclinándose sólo ante la Verdad que disipa prejuicios e ideas erróneas, aunque tengamos esas ideas arraigadas desde pequeños.
La codicia, y sobre todo la que se inclina a dominar a otro sujeto debe combatirse para poder progresar, sólo actuando de indicador en el camino y no arrastrando el carro por la senda que nosotros creemos conveniente, cada uno es libre de elegir, si Dios nos dio libre albedrío ¿quién puede creerse dueño de dirigir la vida de otro? Sin embargo, hay que estar muy atento, porque la codicia está muy arraigada en nuestra personalidad y nos lleva a cometer demasiados errores en contra del prójimo.
En la infancia y primera juventud estamos más cerca de sentir cuál es nuestra función durante este día de vida, qué vinimos a cambiar, a mejorar, a aprender, a saldar; pero el contacto social-materialista nos aleja de todo propósito noble y seguimos al rebaño que camina hacia el precipicio mientras creemos que es lo correcto. Nuestro accionar deberá seguir los dictados del Alma y evitar que la personalidad interfiera en ello para sentir alivio y salud.
Tenemos que aprender:
a- A desarrollar nuestra individualidad sin engañarnos según los dictados del Alma.
b- A no temer a ningún hombre.
c- Ver que nadie nos desvíe de nuestra evolución.
d- Cumplir con nuestra obligación y devolver la ayuda recibida hacia nuestros semejantes.
e- Proteger y cuidar sin tratar de dominar la voluntad de otro.
El concepto del bien y el mal puede ser relativo al contexto en el que se aplique y en las creencias del que emite el juicio, y porque existen muchos niveles de evolución, por eso debe prevalecer el concepto de humildad y compasión para poder, a nuestro alcance, acercarnos a vislumbrar el poder y la grandeza del Creador. Esta es la forma de evitar que nos domine el orgullo, pensando además que necesitamos permanentemente de la bondad Divina y que podemos ser superiores a algunas personas pero somos infinitamente pequeños ante los grandes Maestros; y justamente, esa comprensión nos tiene que servir para ponernos al servicio de los demás porque son mayores los deberes ante la majestad Divina. Esto debemos recordar si nos asalta la crueldad o el odio y ver en todo ser viviente la chispa divina que lo anima, que nos hermana, ya que todos, en este plano, tenemos algo de bondad y algo de malo, desarrollando el amor y el cariño, toda ofensa puede borrarse y los defectos en otros se verán disminuidos; la resistencia a seguir nuestra inclinación al bien nos detiene en el progreso y por tanto nos perjudica, vacilamos cuando no tenemos las virtudes desarrolladas y se impone el defecto, nos resistimos a seguir los dictados del Alma y así somos infelices y por tanto enfermamos.
El egoísmo se cura dedicando la atención que dedicamos a nuestro ser a los demás seres, cuidando su bienestar y felicidad cuidamos nuestra felicidad y nuestra salud, es como girar la rueda de los conceptos al revés: los demás primero y la felicidad propia se hará realidad.
El valor, la rectitud, la firmeza y la determinación constante curan la inestabilidad, seguridad en la meta elegida para desterrar el miedo y la duda.
Y la ignorancia se disipa con la observación de los hechos, con vivir plenamente y captar los errores como experiencia, atentos a las oportunidades y ampliando la visión con un razonamiento lógico de lo que ocurre, inclinándose sólo ante la Verdad que disipa prejuicios e ideas erróneas, aunque tengamos esas ideas arraigadas desde pequeños.
La codicia, y sobre todo la que se inclina a dominar a otro sujeto debe combatirse para poder progresar, sólo actuando de indicador en el camino y no arrastrando el carro por la senda que nosotros creemos conveniente, cada uno es libre de elegir, si Dios nos dio libre albedrío ¿quién puede creerse dueño de dirigir la vida de otro? Sin embargo, hay que estar muy atento, porque la codicia está muy arraigada en nuestra personalidad y nos lleva a cometer demasiados errores en contra del prójimo.
En la infancia y primera juventud estamos más cerca de sentir cuál es nuestra función durante este día de vida, qué vinimos a cambiar, a mejorar, a aprender, a saldar; pero el contacto social-materialista nos aleja de todo propósito noble y seguimos al rebaño que camina hacia el precipicio mientras creemos que es lo correcto. Nuestro accionar deberá seguir los dictados del Alma y evitar que la personalidad interfiera en ello para sentir alivio y salud.
Tenemos que aprender:
a- A desarrollar nuestra individualidad sin engañarnos según los dictados del Alma.
b- A no temer a ningún hombre.
c- Ver que nadie nos desvíe de nuestra evolución.
d- Cumplir con nuestra obligación y devolver la ayuda recibida hacia nuestros semejantes.
e- Proteger y cuidar sin tratar de dominar la voluntad de otro.
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